
«¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» Romanos 8: 31-35 y 37-39.
DEVOCIONAL POR JANETHE DISLA
CAMINANDO EN LA VERDAD
Hoy 21 de Noviembre
Carta a los Romanos Capítulos 8 – 10
En estos capítulos vemos: La nueva Gracia de vida en el Espíritu, sufrimiento frente a la Gloria futura, Hijos de la carne, e hijos de la promesa, El futuro de Israel debido a la incredulidad, y Misericordia para los Gentiles.
Meditamos hoy en Romanos 8:1-5 “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.”
Como Judío devoto que era Pablo, creía que la Ley, era la norma perfecta de Dios para la vida, pero por mucho que èl, se esforzó para obedecerla a la perfección, le fue imposible. La ley fue una exigencia al hombre para cumplir los estándares de Dios, y la Gracia es la exigencia de Dios a Cristo Jesús, para liberar al hombre de la esclavitud del pecado.
A Pablo, le era imposible vivir según lo que sabia era correcto, y no hacer lo que sabia que era malo; por eso es que Pablo nos habla estrictamente “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”; es decir ya tiene una nueva identidad, ahora esta en Cristo, ya no en una religión; tiene que olvidarse de todo su pasado, de toda su apariencia; ha sido liberado de la esclavitud del pecado. Ahora en Cristo ha recibido la naturaleza divina.
Así que ya no hay condenación para el creyente por que estamos en Cristo; libres totalmente delante de Dios de toda condenación. Antes de conocer a Jesucristo estábamos bajo la ira de Dios y condenación eterna; cómo se encuentran todos los que rechazan su Nombre de Salvación. Así que se engañan a sí mismos todos los que piensan que son salvos por otros medios o ignoran voluntariamente las Escrituras porque prefieren el deleite temporal del pecado.
La ley nos dice que es imposible cumplirla, y nos hace ver que no tenemos poder, así que necesitamos un poder más grande para cumplirla. El único que la cumplió, fue el Señor Jesucristo, por eso, al estar En Cristo, la justicia de la Ley se ha cumplido en nosotros que andamos en el Espíritu Santo.
Luego continúa el verso, “los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”; esta nueva naturaleza de Poder del Espíritu Santo, es la que reside en nuestro interior, en el espíritu de cada creyente. Pero lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne; Dios enviando a su hijo, recibió el pecado de la humanidad, en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la Justicia de la ley se cumpliese en nosotros. ¡Gloria a Dios por nuestro Señor Jesucristo! Èl vio nuestra bajeza, nuestra imposibilidad, lo dejó todo para venir y pagar el precio del pecado en la Cruz del calvario. Murió por nuestros pecados para que seamos justificados y murió al pecado de una vez por todas, para que podamos ser santificados (Romanos 6:10).
Podemos decir entonces que este capítulo ocho de Romanos instruye al creyente sobre la nueva vida de victoria en Cristo, nuestra santificación y la vida de derrota a los que insisten en vivir en la carne. «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» Romanos 8:6-8). La Palabra es enfática al decir que el creyente no debe andar en la carne, sabemos que el crecimiento espiritual para algunos es gradual o lento. Pero todo nuevo convertido debe entender su nueva naturaleza en el Espíritu para vivir una vida en santidad y en victoria.
«Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros» (Romanos 8: 9-11).
A todos los santificados que tenemos el Espíritu Santo morando en nuestros corazones nos dice la Palabra: «¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿Quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8: 31-39).
¡Recuérdalo Siempre!